lunes, 3 de agosto de 2009

Violencia de género: Testimonios

Estos son fragmentos de la vida de Susana A. Retazos de una vida signada por la violencia de género. Desde su infancia esta mujer padeció la tragedia que millones de mujeres, sobre todo de los estratos más desprotegidos de la sociedad, sufren cotidianamente. Luego de una niñez y una adolescencia marcadas por la violencia, Susana se casa con su futuro opresor y se trasforma en un victima de eso que la periodista Sandra Russo definió alguna vez como “fascismo de entrecasa”


Hace 54 años Susana nacía en la provincia de Formosa. A los 3 años debió sufrir la muerte de su padre. Quizás una de las pocas personas que no la maltrató en su vida. En plena infancia, Susana es entregada por su madre a una familia. En esta parte de su infancia, tres años, comienza la espiral de violencia por la cual se desplazará por muchos años.

“Cuando fallece mi padre, mi mamá me regala a una familia conocida. Fui muy maltratada con esta familia. De ahí me escapé, volví con mi madre y ella volvió a regalarme a otra familia. Me escapé de ahí cuando tenía seis años. Viví un tiempo con mi hermano, mi mamá se fue a otro pueblo y nos dejó. Estuvimos bastante tiempo viviendo en la calle. A los 9 años mi madre me dice que agarre mi bolsito que me voy a ir a vivir con mi hermana mayor a Buenos Aires. Vine a parar a una villa de Florencio Varela, ella estaba instalada ahí desde hace un tiempo. Habré estado quince días con ella y me escapé. Me fui a La Plata. Caminaba toda el día sola por la calle. La policía me detenía muy seguido y me hacían muchas preguntas. Yo jamás les dije nada, nunca les hablé. Tenía miedo de que si les contaba mi historia me devolvieran con mi familia”.

Una señora recoge a Susana del hogar al que había sido derivada Susana debido a su situación de calle.. Esta señora tenía tres hijas. Parecía que Susana volvía a tener una familia y un techo donde cobijarse, pero todo sucedió de otra manera.

“En el hogar me adoptó una señora que me llevó a vivir con ella. Allí estuve siete años. Siete años comiendo pan casero y leche en polvo, pan casero y té con leche. Siete años comiendo eso. Una vez por semana me enviaba a la casa de las hijas y recién ahí comía bien. Me fueron a buscar al hogar porque supuestamente estaba mal allí y con ellas iba a poder estudiar y no me iba a faltar nada. Nada de esto sucedió. Me tenían para trabajar, una vez por semana tenia que ir a la casa de una de las hijas a limpiar, otro día en la casa de la otra hija y los demás en la casa de la señora. Siete años así, sin ropa, sin calzado, sin frazadas ni sabanas. Pensaban que como era pobre y de la provincia tenían derechos sobre mí. Muchas veces tuve dormir bajo la escalera. Esto fue así hasta que una de las hijas le dijo a su mamá ‘no la traigas más a esta chica, la están matando’. Yo tenía trece años en ese entonces. A los 18 o 19 años decidí irme y regresar con mi mama, pero no me dejaron salir, me retuvieron los documentos que había hecho hacía poco”.

Susana conoce a unas religiosas y les cuenta sus padecimientos. Las hermanas ayudan a Susana a salir de ese infierno cotidiano. Las monjas se llevan a Susana con ellas y la ayudan a conocer otras cosas. Susana admite haber “aprendido mucho con ellas”. Puede cursar hasta 3º año de secundario. Luego de haber vivido cuatro años con las religiosas recala un tiempo en Rosario, de ahí va a la localidad de LLavallol para vivir con su hermana. Por un tiempo estuvo cómoda en el hogar de su hermana, hasta que comenzó a sentir a su hermana como una extraña. Su presencia allí se volvió molesta.

Consigue un trabajo de mucama con cama adentro; estuvo un año y medio en esa casa. Por esta época conoce al hombre que le haría padecer una serie interminable de humillaciones y violencias. Aquel que seria su esposo se desempeñaba como empresario de la industria textil. Trabaja en la actualidad en un negocio de telas en el barrio de Congreso. A partir de este momento Susana vive en carne propia ese despiadado fascismo de entrecasa.

Al año de habernos conocido nos casamos. Nos fuimos a vivir juntos. Desde el principio el me decía que se había casado conmigo para que pudiéramos progresar, en realidad me decía que él quería progresar, quería comprase algo para él, tener algo para su vida. Trabajamos mucho en esa época, estuvimos más o menos bien al principio. Pero siempre estuvo la idea de que yo estaba para trabajar, para mantener la casa, para traer plata. Después que nace mi primer hijo yo ya no quería trabajar tanto. Quería dedicarme a él. Nos mudamos y nos fuimos a vivir a una casa en Adrogué, se caía a pedazos. Ahí las cosas comenzaron a ponerse más violenta, Decidí irme con mi hijo a un hotel, pero él me buscó y volví con él. Durante ese momento estábamos de hotel en hotel. Después nos vinimos a Monte Grande. Yo trabajaba en el Sanatorio Güemes pero se me hacía muy duro el viaje todos los días. Canjeamos el terreno por un departamento en LLavallol y en ese momento nació mi hija, Virginia. Ella nació con discapacidad mental. Cuando ella cumple un año tuve que dejar de trabajar porque ya no me la recibían en una guardería. Ahí decidí dejar de trabajar para dedicarme al cuidado de mis hijos, sobre todo de mi hija. Cuando dejé de trabajar él se puso cada vez más molesto. En este momento él comienza a viajar muy seguido a Salta, donde viven sus padres, con el tiempo supe que el mantenía a otra familla en Salta. Mientras pasaba todo esto quede embarazada de mi tercer hijo. La situación se había puesto muy violenta, el me exigía que trabaje, que traiga plata. Me dejaba encerrada, me pegaba. Cuando quede embarazada de mi tercer hijo, ahí comenzó una situación atroz. Me dejaba encerrada en el departamento para que no salga y la gente no viera los moletones. O que mi hermana se enterara. Cambiamos el departamento por un terreno en Monte Grande y volvimos a vivir ahí. El no quería saber nada porque estaba cómodo en Llavallol. En una de las discusiones violentas que tuvimos le dije que se vaya, que así no se podía vivir. Ese fue un reproche que permanentemente me decía, me reprochaba que lo hubiera echado, que me iba a denunciar. Los maltratos sexuales y verbales que he recibido en ese momento fueron tremendos. Me decía ‘Andá, andá a denunciarme, no vas a tener tiempo de denunciarme, por que te voy a dar tanto que no te vas a volver a levantar’. Se lo pasaba amenazando que me iba a matar”.

Lo más terrible de todo fue el maltrato sexual, yo no quería tener relaciones con él. En mi tercer embarazo fui violada. Le pedía que se cuidara para no quedar embarazada, pero el no quería saber nada. El me decía ‘vos tenés que trabajar sino tenés que aguantar lo que yo te hago’. Durante mucho tiempo viví sin plata para poder darle de comer a mis hijos, el trabajaba pero me dejaba poco y nada de plata. Empezó a traerme telas para mandar a confeccionar camisas, blusas, yo tenia que sacarle todos los hilos, ponerle los botones, acomodar todo, plancharlo y salir a vender. Era la única manera de que mis hijos comieran. Luego empecé a trabajar en un geriátrico, mis hijos quedaban con la mamá de el. La madre vivió un tiempo con nosotros. Luego vino una chica a cuidarlos por un tiempo, luego esta chica consiguió un trabajo y se fue. Ahí tuve que dejar de trabajar y comenzó otra vez la violencia, sobre todo los ataques sexuales. Me fui enfermando y tuve que operarme de la vesícula”.

Lo ataques sexuales que sufría Susana se complementaban con la violencia que el padre ejercía sobre su hija con discapacidades diferentes. “A las 72 horas de haber nacido mi segunda hija le dieron una convulsiones. El me había dejado encerrada en el departamento, un 25 de diciembre. Estábamos sin agua y era verano. Dos, tres convulsiones seguidas tuvo. Estoy segura que esto agravó el estado de la nena. Cuando el llegó yo bajé las escaleras como pude, estaba con los puntos del parto todavía, y fui a ver a mi hermana. El me recriminó que yo estaba exagerando y no quería llevarla a ningún lado a la nena. Ese día estaba el tío de él. El tío le dice que hay que llevar a la nena urgente al hospital, que esto es algo grave. A partir de ahí mi pareja empieza a maltratarme diciéndome “seguro que ésa es hija de mi tío, te acostaste con él, por eso la defiende tanto, porque es hija de el”. Lo echó al tío diciéndole que era amante mío. Una locura total. El me seguía maltratando y encerrando, hasta el día de hoy no puedo estar en un lugar encerrada, me desespera. Por más que haya una ventana. A los 19 días de haber tenido a la nena yo todavía estaba dolorida, no había ido a ningún control, ni nada, el me dijo que quería tener relaciones, yo le dije que no. El agarró a la nena y la tiró en una cama, me agarró a mí y quiso tirarme sobre la cama, yo dolorida y toda me resistí, entonces él se enfureció y me arrojó contra la pared y pegándome me tiró sobre la cama. Yo creí que me mataba. Todo esto en presencia de mi hijo más grande que tenia cinco años en ese momento”.

De todos los tipos de violencia que Susana sufrió de manos de su pareja, quizá la violencia sexual hay sido la que más la marcó. Desde el año 1987, Susana fue abusada sexualmente de manera sistemática por su marido. La idea de que Susana estaba para satisfacer las necesidades sexuales de su esposo se trasformó en una realidad cotidiana. Fue en 2003 cuando la victima decide terminar con este martirio y luego de una docena de denuncias en la Comisaría de la Mujer de Esteban Echeverría, Susana logró la exclusión del opresor del hogar familiar. Varias de las causas iniciadas por las denuncias de Susana todavía continúan por su lento peregrinar tribunalicio.

Por Pablo Suárez

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